A veces, muy raramente, la vida te regala un atisbo, tan solo una pequeña muestra, de cómo podría ser todo si todo fuera distinto. Es difícil entonces resistirse a la tentación de imaginarte en otro lugar, con otra vida, en otros brazos. Es entonces cuando a uno le gustaría poder vivir dos veces, estar en dos sitios, amar sin limitaciones absurdamente practicas e inevitablemente reales. Son esos momentos en los que solo cabe abandonarse a la prudencia de desechar la ilusión por imposible o retenerla para sonreír e imaginar. Someterse a la medianía de quien se doblega ante unos pies en la tierra o seguir soñando con la felicidad absoluta encerradas en unas pocas horas eternas pero demasiado cortas y excesivamente difíciles de repetir. Como poder estar Dando en el Blanco?
Hacer miles de kilómetros para conocer, por fin, una sonrisa que intuyes ya hace tiempo única, no tiene mas merito por lo tanto que el de superar una barrera físicamente absurda. Salvar pueriles impedimentos prácticos solo para disfrutar de una compañía que ya sabias sublime, sin mas (ni menos), expectativas, será difícil para algunos; para mi desde luego no lo ha sido.
Un taxi, un avión y un auto de alquiler; un inmenso hotel desierto, una lluvia desaforada, un mar embravecido una espera larguísima que aun quisiera que durara, la llamada, tu voz. Quien no haya nunca arriesgado lo suficiente, jamas sabrá cuantos maravillosos regalos le hubieran estado esperando.
No estuve en ningún momento nerviosa, como otras veces. Solo anhelante, expectante, decidida. Conocer a alguien a través de lo que escribe es muchísimo mas enriquecedor de lo que casi todo el mundo imagina. Escribir es pensar. Ningún otro mecanismo de comunicación te obliga como este a meditar, construir ideas, buscar la palabra adecuada, la expresión que eluda la ambigüedad o que la construya sutilmente. Yo no solo pienso cuando escribo, pero cuando lo hago es cuando pienso mejor. Lo que ocurrió fue que, por encima del murmullo de casi todos los que escriben sin pensar, aparecieron tus palabras, nítidas lucidas, generosas aunque cautas. Cuando eso ocurre, a mi me parece estar viendo esas palabras subrayadas con fluorescencia. Emergen entre el resto con un mensaje implícito pero evidente. No tuve que leerte mucho para quererte y para quererte a mi lado.
Es difícil explicar, y seguramente creer, las principales motivaciones que me llevaron a desear estar allí desde casi el primer momento. Siempre te digo que hay una diferencia importante entre la curiosidad y el interés Demasiado sutil para ser convincente. Demasiado poco común para ser creíble Por eso al llegar yo no veía carreteras donde las había sino las que tu recorres seguramente todos los días. Yo no veía supermercados o tiendas o bares o playas, sino los lugares de tu cotidianidad; imaginando tal vez los de la mía en esa otra vida que nunca viviré junto a ti.
Al llegar aquel hotel solitariamente inmenso no pude evitar sentirme como Carla entrando en aquel lugar. Yo también anhelante de inspiración. También rodeada de una belleza sobrecogedora pero decadente. También esperando la atención de un ser inalcanzablemente bello. Siendo consciente de mi fealdad, de mi insignificancia, de lo tal vez desesperado de mi búsqueda de lo eterno en un encuentro de unas pocas horas. Definitivamente tengo que releer nuevamente al escritor Thomas Mann.
La liturgia de mi preparación higiénica para ti no logró hacer mi espera mas corta, ni yo lo pretendía Me tumbé en la cama deseando dormir y despertar a tu lado, sin mas. Soñé seguramente contigo sin saber aun, con la certeza de la proximidad, como eras de verdad, como olías y cual era tu sabor. Desperté sobresaltada por la idea de que no llegarias. De que serias todo lo prudente que deseo que seas por tu bien, y renunciarías a conocerme. Pero llamaste y estabas en camino.
Logré resistirme a salir corriendo escaleras abajo olvidarme de cerrar la puerta o coger lo imprescindible. Miles de pasos tuve que dar para llegar, atravesando, hasta la misma puerta del hotel. Bajo una finísima y obcecada lluvia te esperé en cada auto que se acercaba Obsesionada con retener a partir de ese segundo cada imagen en mi memoria, sin ser consciente de que mi esfuerzo no iba a ser necesario.
Finalmente uno de esos autos paró y mientras me acercaba, por fin nerviosa, te vi salir de el. En ese momento empecé a creer que eras real. En ese momento una pequeña brecha de lucidez me dejó intuir hasta que punto soy afortunada.
Hacer miles de kilómetros para conocer, por fin, una sonrisa que intuyes ya hace tiempo única, no tiene mas merito por lo tanto que el de superar una barrera físicamente absurda. Salvar pueriles impedimentos prácticos solo para disfrutar de una compañía que ya sabias sublime, sin mas (ni menos), expectativas, será difícil para algunos; para mi desde luego no lo ha sido.
Un taxi, un avión y un auto de alquiler; un inmenso hotel desierto, una lluvia desaforada, un mar embravecido una espera larguísima que aun quisiera que durara, la llamada, tu voz. Quien no haya nunca arriesgado lo suficiente, jamas sabrá cuantos maravillosos regalos le hubieran estado esperando.
No estuve en ningún momento nerviosa, como otras veces. Solo anhelante, expectante, decidida. Conocer a alguien a través de lo que escribe es muchísimo mas enriquecedor de lo que casi todo el mundo imagina. Escribir es pensar. Ningún otro mecanismo de comunicación te obliga como este a meditar, construir ideas, buscar la palabra adecuada, la expresión que eluda la ambigüedad o que la construya sutilmente. Yo no solo pienso cuando escribo, pero cuando lo hago es cuando pienso mejor. Lo que ocurrió fue que, por encima del murmullo de casi todos los que escriben sin pensar, aparecieron tus palabras, nítidas lucidas, generosas aunque cautas. Cuando eso ocurre, a mi me parece estar viendo esas palabras subrayadas con fluorescencia. Emergen entre el resto con un mensaje implícito pero evidente. No tuve que leerte mucho para quererte y para quererte a mi lado.
Es difícil explicar, y seguramente creer, las principales motivaciones que me llevaron a desear estar allí desde casi el primer momento. Siempre te digo que hay una diferencia importante entre la curiosidad y el interés Demasiado sutil para ser convincente. Demasiado poco común para ser creíble Por eso al llegar yo no veía carreteras donde las había sino las que tu recorres seguramente todos los días. Yo no veía supermercados o tiendas o bares o playas, sino los lugares de tu cotidianidad; imaginando tal vez los de la mía en esa otra vida que nunca viviré junto a ti.
Al llegar aquel hotel solitariamente inmenso no pude evitar sentirme como Carla entrando en aquel lugar. Yo también anhelante de inspiración. También rodeada de una belleza sobrecogedora pero decadente. También esperando la atención de un ser inalcanzablemente bello. Siendo consciente de mi fealdad, de mi insignificancia, de lo tal vez desesperado de mi búsqueda de lo eterno en un encuentro de unas pocas horas. Definitivamente tengo que releer nuevamente al escritor Thomas Mann.
La liturgia de mi preparación higiénica para ti no logró hacer mi espera mas corta, ni yo lo pretendía Me tumbé en la cama deseando dormir y despertar a tu lado, sin mas. Soñé seguramente contigo sin saber aun, con la certeza de la proximidad, como eras de verdad, como olías y cual era tu sabor. Desperté sobresaltada por la idea de que no llegarias. De que serias todo lo prudente que deseo que seas por tu bien, y renunciarías a conocerme. Pero llamaste y estabas en camino.
Logré resistirme a salir corriendo escaleras abajo olvidarme de cerrar la puerta o coger lo imprescindible. Miles de pasos tuve que dar para llegar, atravesando, hasta la misma puerta del hotel. Bajo una finísima y obcecada lluvia te esperé en cada auto que se acercaba Obsesionada con retener a partir de ese segundo cada imagen en mi memoria, sin ser consciente de que mi esfuerzo no iba a ser necesario.
Finalmente uno de esos autos paró y mientras me acercaba, por fin nerviosa, te vi salir de el. En ese momento empecé a creer que eras real. En ese momento una pequeña brecha de lucidez me dejó intuir hasta que punto soy afortunada.