Hoy es hoy...


Imagen de John Havinden 1933

Por la mañana, en ese momento de la madrugada antes de que esté a punto de empezar cualquier cosa, apareció su silueta recortada en la ventana, no puedo decir que de la nada, porque el es y ha sido todo, pero si de manera repentina, tanto que me recordó una inusitada e imposible algarabía. No pude ni quise decir nada, ni tuve tiempo de preguntar por su paradero y sus tareas en estos días, meses,
 semanas, horas, siglos en los que desapareció de mis entornos, ni quise indagar las causas por las que se hizo la distancia. Tengo por cierto que ya hablará cuando el crea menester de ese asunto, de la trama y la urdimbre que ha tejido este misterio. De todas las preguntas que guardé, de todas las incógnitas que su ausencia me dejó, la primera y única pregunta que entretejí tuvo que ver con el día escogido para su retorno, que con el siempre es una forma de resurrección. “Estás aquí, después de tantas jornadas con tu vacío. Te he esperado todos y cada uno de estos días, porque cualquiera era el mejor para verte regresar. ¿Por qué hoy, precisamente?” Su mirada ya era una respuesta, pero el silencio no es un estado natural de su alma ni su pensamiento. Con sus ojos hundidos en los míos, habló, y dijo: “Ven, déjame sentirte, tocarte, saberte sin prisas ni precipitaciones. Tomemos un café, infusión que convierte todo encuentro en una ceremonia insólita e irrepetible. ¿Por qué, me preguntas? ¿Por qué hoy? Porque hoy es hoy, y porque el Jueves nunca ha sido un día cobarde ni remiso, porque no le cabe la tristeza en ningún lado y su carácter, si bien puede ser impredecible, volátil y a veces taciturno, no es ambiguo o vacilante. Porque hoy es data y posdata. Porque hoy es mejor que cualquier día, como mañana será un día inigualable, y aunque no sea posible descorchar a diario una botella de lo que mejor nos moje el alma, ni compartir de forma cotidiana una mesa con las viandas que llenen de aromas y sabores espíritus y cuerpos, siempre hay causas y motivos para hacer de la jornada un espacio insólito o una geografía memorable. Hoy, para empezar, es un buen día para desear lo mejor a todos los que encuentren a su paso estas palabras. No es Navidad, no es Pascua ni nada parecido, no sé si sea un santo o su onomástico, es mi gusto y un placer pensar que a todos las cosas les saldrán mejor de lo que esperan, siempre y cuando aquello que pretenden no sea en prejuicio de gente buena y generosa. Que se llenen de amor y expresen de la mejor manera su afecto, su ternura, su amistad, aunque hayan pasado ya unos meses, y falte que pasen otros más para volverlo a encontrar destacado en el almanaque. Porque hoy es hoy, nada más. Y porque somos lo que somos y no podemos habitarnos relegados al silencio, y tampoco es posible caminar por tierra húmeda con el cuerpo de un espantapájaros. Porque todos los días empieza el año nuevo. Nunca yo festejo a ningún santo mas que ami misma, ningún día milagroso. Tampoco se conmemora algún milagro sucedido en el espacio sideral. Pero sí parece injusto e innecesario quitarle al resto de los días su carácter festivo y prodigioso, sus horas inauditas y quiméricas, buscar en una fecha predestinada y recurrente el motivo para llamar, encontrar, decir o compartir, sólo por un capricho del sol o las estrellas, ya sea por natalicios, batallas, equinoccios o solsticios, o por la extravagante voluntad de cualquiera que le haya metido mano al calendario. En todo caso, a partir de ahora lo que empezaremos a celebrar será nuestro reencuentro. Estoy aquí, estamos juntos, porque hoy es hoy, te digo. Sería muy amargo quedarnos con la miel en los labios sólo porque no supimos dar un paso de la mano del otro hacia el abismo, porque no encontramos la hora precisa de partir, porque no sabemos cuando es momento de empezar, porque se nos olvida que el que no llega nunca también es muy puntual, porque una voz ajena y temerosa repite de forma rutinaria que es mejor llegar mañana porque hoy también la puerta puede estar cerrada, que el remordimiento es una trapisonda del mar nuestro de cada día en una isla habitada por especies extinguidas, y porque el peor castigo para el mentiroso es dejarlo pensar que le has creído. Tienes la suerte de todo gato negro, el talante que se ha dormido entre tus manos, la suerte, el azar, la coincidencia de no vivir fechas postergadas, que es decir que no hay prejuicios ni sentencias que auguren tu mal fario… Somos intuición recíproca, sucedemos juntos, estamos tú y yo. Olvidémonos pronto, ahora que nos amamos, porque no quiero que te vayas, ni te vas a ir porque yo quiera. Y no te voy a repetir lo que ya sabes y he dicho tantas veces: Tanto amor no cabe en nosotros ni siquiera en un día lluvioso…” 
Y aquí estamos, porque un día es un día, porque el placer no se consume, aunque a veces se padezca. Porque somos ambrosía del paraíso untada en nuestra piel, una melodía desconocida que lleva su eco cadencioso a la memoria, porque tenemos el aroma del mar escondido entre los labios, porque somos un mordisco al piscolabis de quimeras compartidas y anudadas, una pregunta irrepetible que sabe que para contestarse, basta con buscar mutuamente en nuestros cuerpos el lenguaje que escriba la respuesta.