

La pluma es valiente, mucho más que quienes entre sus manos la sujetan. Por eso ella se atreve, descarada, a revelar todo aquello que la boca, que los labios, de quienes con mayor o menor acierto la empuñan, no son capaces. No trates de buscar sentido a mis palabras, quizá sean fruto de un sueño, o de un desvelo, o de ambos, quien sabe...
Caminábamos descalzos y en silencio
Caminábamos descalzos y en silencio por la orilla de aquella playa vacía entrelazados por nuestras manos. Tú pensabas en ella. Yo pensaba en él. La única certeza que existía en ese momento eran nuestras manos entrelazadas y nuestros desnudos pies clavándose en la arena mojada. Nos paramos, nos miramos y nos dimos un beso dulce, suave, sin pasión. No hicieron falta palabras. Habíamos nacido el uno para el otro, el resto no existía. Yo sabía que ella era tu fantasía. Tú sabías que él era mi sueño. Ambos sabíamos que tan solo nosotros éramos nuestra realidad
