Un latir firme e inalterable

El corazón del guerrero hervía. Las pasiones desatadas eran un torrente imparable en sus arterias. La sangre le hervía en las venas y le daba la fuerza de mil titanes. Debía enfrentarse a su destino. Un destino de sangre, estremecimientos y angustia sin límites. Pero el guerrero se mantendría firme, escuchando el latir volcánico de su corazón. Un latir firme e inalterable. El latir de un mundo de espejismos que le mantenía prisionero de sus sueños.