EL PODER DE TUS OJOS



"Bastaba mirar tus ojos para saber que había una complicidad incomprensible que nos ataba y nos devoraba segundo a segundo. Cada vez que te miraba latía fuerte en mi pecho ese sentimiento confuso que desplomaba los viejos árboles y hacía estremecer incluso hasta los más tímidos besos. Era mirar tus ojos, sólo es, para revivir el invivible fuego que se encendía cada vez que te acercabas y respirabas a centímetros de mí, como queriendo comerme la boca con tu juguetona mirada. Era como si tu inconfundible mirada me atrajera a ti con la fuerza del poderoso imán y la incandescencia de un volcán estallando en todas direcciones. Era como si la gravitación no se sintiera al chocar tu mirada con la mía y de allí, no quedaba más que, saltar al cielo para mirarnos en lo absoluto de la noche y contemplarnos.

Cuántas veces intenté resistirme a esa mirada espontánea, a esos ojos que me invitaban a la clandestinidad y me abrazaban locamente en lo oscuro de tu retina. Pero era imposible, bastaba mirar tus ojos para saber que el amor estaba atrapado en tu retina y me desplomaba cada vez que me encontraban.

Tus ojos, tus ojos... serenos y espontáneos; tus ojos, tus ojos... profundos como la noche e inconmensurables como el universo. Con ese brillo único me incitaban a no despegar la mirada por más que quisiera, a no olvidarlos jamás cada vez que te apoderabas de mis pensamientos y te metías intrépidamente en mis deseos.

Cuántas veces no asesiné por esos ojos, ¡por tus ojos! ¡bellos y distantes! ¡magnánimos y pausados!. Cuantas veces no perdí el juicio queriendo matar a quien intentara siquiera mirarte, a quien pretendiera cruzarse con tu mirada que era mía, a esa mirada que me embriagaba, a esa mirada que me extasiaba hasta perderme en lo profundo y absoluto del extenso sueño.

Me mirabas, siempre me mirabas con esa ingenuidad clandestina, con ese brillo sereno que hacía estallar olas estruendosas en los roqueríos, con esa jovialidad que sólo es posible encontrarlas en las estrellas más espléndidas o en la plenitud de la tarde resplandeciente.

Yo era tuya, y aún sigo siendo tuya, sólo tuya, porque aunque haya quedado algo inconcluso y no tenga conmigo en este momento tu embriagadora mirada, me basta saber que fue tu mirada la que me permitió ver al mundo con otros ojos. Con tus perfectos y espontáneos ojos."


— Sujeto a sujetos. William Osorio Nicolas