Llega un momento donde el dolor deja de ser una palabra, o una sensación, pasa a ser físico, el cuerpo comienza a demostrar que algo no está bien, esa sensación en el pecho, de vacío, se transforma en un dolor tangible, medible y por supuesto terrible.
Cada uno de nosotros tenemos una resistencia distinta para combatir el dolor, y a medida que pasan los años también va cambiando, mejorando diría yo. No es una mentira el dicho que dice: ‘Lo que no te mata te hace más fuerte’.
Aún así, el cuerpo se manifiesta, y ante situaciones extremas en la vida, tales como rupturas sentimentales, la pérdida de un ser querido, pareciera que una partecita del ser se va, con esa persona, con esa relación, y solo queda cubrir ese espacio, con experiencia, y con fortaleza, de ahí es que vamos evolucionando.
Así que fuera de que cada vez somos más fuertes, no sufrimos menos, sino que aprendemos a llevarlo de otra manera, y a cubrir ese espacio, esa grieta, más rápido.
No es un consuelo decir que de todo lo malo hay que sacar algo bueno, solo para pensar que no tenemos que tirarnos abajo del primer auto que se nos cruce, es algo real, de las experiencias vividas es que aprendemos.
“Una persona no puede directamente escoger sus circunstancias, pero si puede escoger sus pensamientos e indirectamente -y con seguridad- darle forma a sus circunstancias.” (James Allen)