La pluma es valiente, mucho más que quienes entre sus manos la sujetan. Por eso ella se atreve, descarada, a revelar todo aquello que la boca, que los labios, de quienes con mayor o menor acierto la empuñan, no son capaces. No trates de buscar sentido a mis palabras, quizá sean fruto de un sueño, o de un desvelo, o de ambos, quien sabe...
LA INSPIRACIÓN
A menudo ella se deja morir. Su cuerpo yace sobre la rígida superficie de la solapa del libro, en un intento fracasado de amoldar su figura cada vez que paso la hoja. No dejo de mirarla, escondido tras la lectura, disimulando que ando perdido en mis historias, cuando ella intenta alzar la vista para comprobar que continúo sentado a su lado. Con el corazón en vilo cuento su frágil y lenta respiración. No es consciente de que nunca he querido abandonarla, que sigo sus pasos sin descanso, sin pausa, sin tregua. Intranquila, cambia de postura frecuentemente, pese a la escasez de sus fuerzas azotada por la albura de la página en blanco. Yo proyecto su silueta entre líneas de tinta, con el temor de que su extrema palidez consiga hacerla desaparecer. Me consuela saber que ella también me necesita cuando derrama su mano para encontrar la mía. Pero desconoce que cuando despierte de su letargo, yo sólo seré un recuerdo.